Pero los deportes son apenas un filamento muy delgado en la trama de nuestra existencia y en la persecución de nuestra felicidad. La dura, la pétrea, la terca realidad ahí está y, por estos tiempos, nos está mostrando varias de sus facetas más horrendas. Como que, desde hace unas semanas, hubiera decidido no maquillarse y mostrarnos su espantosa cara de anciana malevolente que reparte desgracias de manera totalmente azarosa e impasible. Nosotros, por decir algo, decimos que la vida nos está castigando por tal cosa, o nos está premiando por tal otra. Es falso, a la vida no le importamos ni un serenado pistache. Le somos totalmente indiferentes. De otro modo no se explica por qué a gente tan buena le ocurran cosas tan terribles y a gente tan nefasta no le ocurra nada.“De nadie digáis que ha sido feliz hasta que no haya muerto”, nos advierte Tiresias en “Edipo Rey”. Así es y no hay placidez que no pueda casi instantáneamente convertirse en un horror que no se digna darnos la menor explicación. Son tantos los hilos que tejen nuestra vida. Los que llegan como portadores de la felicidad hay que atesorarlos, apreciarlos y disfrutarlos. Será difícil atravesar la tiniebla si no tenemos reservas probadas de dicha y de gozo diluidas en el cuerpo. Dice José Gorostiza: “Tiene el amor feroces galgos morados,/ pero también sus mieses, también sus pájaros”. A diferencia de los políticos, los buenos poetas dicen la verdad. Si hoy te persigue un galgo feroz y morado, aguanta que ya llegarán las mieses y los pájaros. Algún día continuaré.
Germán Dehesa.
Germán Dehesa.
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