martes, 7 de octubre de 2008

La vida.

Pero los deportes son apenas un filamento muy delgado en la trama de nuestra existencia y en la persecución de nuestra felicidad. La dura, la pétrea, la terca realidad ahí está y, por estos tiempos, nos está mostrando varias de sus facetas más horren­das. Como que, desde hace unas semanas, hubiera decidido no maquillarse y mostrarnos su espantosa cara de anciana malevolente que reparte desgracias de manera totalmente azarosa e impasible. Nosotros, por decir algo, decimos que la vida nos está castigando por tal cosa, o nos está premiando por tal otra. Es falso, a la vida no le importamos ni un serenado pistache. Le somos totalmente indiferentes. De otro modo no se explica por qué a gente tan buena le ocurran cosas tan terribles y a gente tan nefasta no le ocurra nada.“De nadie digáis que ha sido feliz hasta que no haya muerto”, nos advierte Tiresias en “Edipo Rey”. Así es y no hay placidez que no pueda casi instantá­neamente convertirse en un horror que no se digna darnos la menor explicación. Son tantos los hilos que tejen nuestra vida. Los que llegan como porta­dores de la felicidad hay que atesorarlos, apreciarlos y disfrutarlos. Será difícil atravesar la tiniebla si no tenemos reservas probadas de dicha y de gozo dilui­das en el cuerpo. Dice José Gorostiza: “Tiene el amor feroces galgos morados,/ pero también sus mieses, también sus pájaros”. A diferencia de los políticos, los buenos poetas dicen la verdad. Si hoy te persigue un galgo feroz y morado, aguanta que ya llegarán las mieses y los pájaros. Algún día continuaré.

Germán Dehesa.

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